Eso es más o menos lo que parece decir esta señal ubicada en una calle del centro de Barcelona. Ataviados con sus cámaras, con sus pieles rojizas quemadas por el sol y la guía bajo el brazo, turistas de todo el mundo recorren nuestras ciudades, sobre todo, en los meses de verano. Ahora que el frío se acerca, aparcan sus sandalias con calcetines y sus ansias de inmortalizar cada rincón y dan un respiro a las viejas fachadas y las calles adoquinadas. Al menos, hasta el año que viene...
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